poster_originalsize_250X375Cuando hablamos del 1 de Noviembre, en nuestra cultura, siempre nos viene a la cabeza que es el día de Todos los Santos, un día difícil para todos los que recordamos a las personas que tanto quisimos y ya no están con nosotros.

El Día de Todos los Santos en España, fue instaurado por la Iglesia Católica y además de las visitas a los antepasados en los cementerios y de las flores en sus tumbas es tradicional que los teatros se llenen de representaciones de la obra de José Zorrilla “Don Juan Tenorio”.

Hoy en día, y sobre todo la gente más joven, asocian este día con la fiesta de Halloween, una fiesta para disfrazarse y pasarlo bien. Una fiesta que se ha hecho muy popular a raíz de conocerla a través de los colegios por estudiar inglés, pero que como otras cosas nos la hemos ido apropiando. Esta celebración del día de las brujas tiene gran tradición en Estados Unidos y Canadá, ya que es una fiesta pagana de origen celta, en el que en principio, los más pequeños se disfrazan y van visitando las casas para pedir caramelos.

En otras partes del mundo, como por ejemplo en México, la festividad del día de los muertos es una de sus fiestas más representativas. La creencia popular es que las almas de los fallecidos regresan ese día para visitar a sus familias. La mayoría de los mexicanos siguen celebrando esta festividad con ofrendas de comida, dulces y flores para recibir las almas de sus seres queridos. Una forma muy bonita de explicarla es con la famosa película de Coco.

En Asia esta fiesta tiene también su origen en la religión y en países como Filipinas, por ejemplo es habitual reunirse en el cementerio en torno a un gran banquete acompañado con música e incluso juegos de cartas.

¿Por qué llevamos flores a los cementerios?

La tradición se remonta a la antigüedad. Ya que entonces, los difuntos se exponían al aire libre para ser velados y rezar por el descanso de sus almas.
La descomposición de los muertos era rápida, ya que no se conservaban como se hace hoy en día, produciendo fatiga entre los presentes por el olor que emanaba el cuerpo. Así que, para mejorar el ambiente, se cubría al fallecido con diferentes tipos de flores que permitieran cambiar el olor y fuera un poco más agradable.

Sin embargo, con los años, esta tradición tomó otro sentido. Con los avances en la ciencia y tecnología, surgieron técnicas que permitían retrasar la descomposición de los difuntos. Pero llevarles flores se mantuvo como una costumbre que va más allá de cambiar el ambiente, tomando un nuevo y especial mensaje: enaltecer la memoria de los difuntos.

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Llevar flores a los seres queridos que han fallecido, es una forma de expresar respeto, cariño y agradecimiento por todos los momentos compartidos. Es un gesto que nace del amor y el cariño que se sintió y que aún se conserva por el ser querido que ha partido.

Además, las flores son sinónimo de esperanza, un valor muy necesario para sobrellevar este duro camino de despedir y recordar la memoria de un ser querido.

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